Antonella Bardellini Mocha llega con una sonrisa luminosa y una energía que contagia. Hace poco más de un mes acabó la universidad y ya está lista para incorporarse como abogada el 28 de noviembre. Con su voz dulce y sus ojos llenos de ilusión nos aclara que será la primera actividad que realizaría si llega a coronarse. “Sería una semana de ensueño”, dice entre risas, mientras imagina ese cruce perfecto entre sueños personales y servicio social.
Antonella habla con la claridad de alguien que entiende que sus pasos se construyen con propósito. Y que, para ella, “los planes de Dios son perfectos”.

Una decisión nacida desde tres caminos que se unen
Cuando se le pregunta por qué decidió lanzarse al certamen, no duda: su historia es una suma de señales.
Primero, la joven quiteña culminaba una academia de modelaje mientras realizaba pasantías en ese campo. Segundo, acompañó a su papá, médico y voluntario de Metrofraternidad, a brigadas médicas en las que descubrió una pasión inesperada: trabajar directamente con niños. Y tercero, al graduarse en Derecho, sintió que era momento de darse un tiempo para el voluntariado.
“Busqué voluntariado en la Amazonía y en Galápagos”, cuenta. Pero mientras ella imaginaba viajes para ayudar a otros, ocurrió algo simple y profundo: la posibilidad de participar en Reina San Francisco de Quito se convirtió en la plataforma perfecta para unir sus tres caminos: su formación, su vocación de servicio y la experiencia ganada en las brigadas.
Así nació su decisión. Clara, orgánica, natural. “Es la ocasión perfecta para servir”, afirma con convicción.

‘Raíces Sanas’: un proyecto que germina desde el amor
La propuesta con la que Antonella participa se llama ‘Raíces Sanas’, un proyecto que abraza una de las problemáticas más sensibles en Quito: la salud de niños y adolescentes en situación vulnerable.
El proyecto se enfoca en tres áreas esenciales:
- Oftalmología pediátrica.
- Neuropsicología.
- Educación sexual para niños y jóvenes con síndrome de Down.
La primera área se desarrolla en alianza con Metrofraternidad. Antonella conoce de cerca esas brigadas médicas: el movimiento, los juegos, los dibujos para entretener a los niños mientras esperan ser atendidos. No es médica, lo dice con humildad, pero en esas jornadas descubrió que también existen otros tipos de cuidado, como el acompañamiento afectivo.

“Desde chiquita siempre fui parte de grupos juveniles… me encantaba hacer dinámicas, actividades, juegos. Mi papá me llevaba para que interactúe con los niños”, recuerda.
En neuropsicología, el proyecto se articula directamente con el centro terapéutico de la Fundación Reina de Quito, donde se apoyará a niños y jóvenes con síndrome de Down. Antonella habla con especial sensibilidad sobre esta área. Sabe que los temas de salud mental requieren constancia y calidez, y que muchas familias necesitan acompañamiento oportuno.
La tercera área, educación sexual inclusiva, es quizás la más transformadora. Antonella explica que, por tabú, muchas veces no se habla de sexualidad con personas con síndrome de Down, como si fueran “seres asexuados”. Ella quiere romper eso. Su propuesta busca talleres adaptados, seguros, informativos y respetuosos.
“Son temas que no se hablan directamente… y deberían hablarse”, afirma.
Un pilar llamado papá
En esta historia hay un personaje que aparece una y otra vez: su papá. Médico, voluntario, guía y consejero.
Antonella lo llama sin rodeos: “mi pilar fundamental”.
Fue él quien le abrió las puertas de Metrofraternidad. Él le presentó a los especialistas en educación sexual y neuropsicología. Él la acompañó en los mapas de decisiones vitales, como cuando dudaba entre estudiar Medicina o Derecho, y fue él quien impulsó la idea de que su hija podría convertir sus ganas de servir en un proyecto formal.
La relación entre ambos se siente luminosa, cercana. Una combinación de cariño, admiración y complicidad académica.
“Nos sentábamos horas a conversar. Él me decía “tú eres así” y me ayudaba a ver quién soy en realidad”, cuenta Antonella.
Una familia grande, cálida y muy ecuatoriana
Cuando se habla de familia en Latinoamérica, se habla de raíces amplias. Antonella lo sabe bien. Su familia inmediata está formada por su papá, su mamá y su hermana mayor, con quien tiene una relación de “uña y mugre”.
Su hermana es quien le pregunta todos los días cómo le fue con el maquillaje, si el vestido ajustó bien, si el ensayo salió perfecto. Su mamá es quien, con ternura absoluta, se levanta temprano para prepararle el desayuno porque sabe que estos días se han vuelto intensos y exigentes.
Pero su familia no termina ahí. Está su nana, que fue su cuidadora desde niña, es su madrina de comunión y hoy es parte esencial de su vida.
Están sus abuelos y su tía abuela de Machala —la ciudad natal de su mamá—, quienes viajan constantemente a Quito para apoyarla. Estarán en la elección, por supuesto, como un coro alegre de orgullo familiar costeño-quiteño.
Quiteñidad en el corazón
Aunque su familia tenga mezcla de raíces serranas y costeñas, Antonella es profundamente quiteña. Esa quiteñidad aparece en su forma de hablar, en su ternura para explicar su proyecto y en la pasión con la que vive las Fiestas de Quito.
Cuando se le pregunta por su plato típico favorito y por el lugar de Quito que recomendaría a un extranjero, Antonella no duda demasiado. La comida tradicional, confiesa entre risas, siempre la hace pensar en desayunos y almuerzos familiares. Y aunque la pregunta la toma por sorpresa, sus ojos brillan al recordar sabores que huelen a hogar, a fin de semana, a fogón serrano.
Su lugar favorito de Quito es más sencillo: espacios que mezclan tradición e historia, lugares donde se respira la esencia de la capital. Y ella, en medio de esas calles, se siente profundamente orgullosa de pertenecer a una ciudad que celebra, que abraza, que conserva su esencia.
Rumbo al 27 de noviembre: un camino de propósito
La elección de la Reina de San Francisco de Quito 2025-2026 se celebrará el 27 de noviembre en el Teatro Bolívar, un escenario histórico que vibrará al ritmo de las Fiestas de Quito.
Antonella se prepara para ese día con ilusión, pero también con serenidad. Más allá de la corona, ella ve un propósito: continuar con su proyecto ‘Raíces Sanas’, seguir ampliando el voluntariado y encontrar más espacios donde servir.
La posibilidad de incorporarse como abogada un día después le da un toque mágico a todo lo que está viviendo. Una transición entre etapas, entre sueños, entre raíces.
Y mientras Quito se viste de azul y rojo por sus fiestas, Antonella se prepara para regalar a la ciudad algo que ella ya tiene: una manera de servir que nace desde el corazón.

