En tiempos donde cada gesto público se analiza al milímetro, Meghan Markle volvió a colocarse en el centro de la conversación tras compartir su más reciente postal navideña familiar. La imagen, pensada como un mensaje cálido de fin de año, terminó desatando un debate incómodo en redes sociales por un detalle que muchos no dejaron pasar por alto: el cabello de su hija Lilibet.
Y como suele ocurrir cuando se trata de Meghan, la discusión fue mucho más allá de una simple fotografía.
Desde que ella y el príncipe Harry decidieron alejarse de la familia real británica, cada aparición pública se interpreta como una declaración de principios. Esta Navidad no fue la excepción. La postal, difundida con el mensaje ”Felices fiestas, de nuestra familia a la suya", muestra a Meghan en un momento íntimo con Lilibet, madre e hija tocando sus frentes, mientras Harry y Archie comparten otro gesto de complicidad. Una escena hogareña, natural y sin poses rígidas… justo ahí comenzó el ruido.

El detalle que desató el debate
Aunque la intención era transmitir cercanía y calma, en redes sociales surgieron comentarios insistentes sobre la apariencia de Lilibet. “¿Por qué nunca la peina?”, “la niña siempre despeinada”, fueron algunas de las frases que se repitieron entre usuarios. Para muchos, el cabello suelto y sin un peinado elaborado rompía con la expectativa de una postal “real”, incluso cuando Meghan ya no forma parte activa de la monarquía.
Las comparaciones no tardaron en aparecer. Algunos internautas contrastaron la imagen con las apariciones públicas de la princesa Charlotte, hija de Kate Middleton, quien suele verse con peinados perfectamente cuidados. Ante internautas, mientras Kate representa la pulcritud clásica de la realeza, Meghan encarna una maternidad más relajada, menos preocupada por la estética tradicional. Una comparación que, aunque recurrente, sigue alimentando narrativas innecesarias.

Privacidad, contradicciones y maternidad bajo lupa
Otro punto que incomodó a algunos seguidores fue el eterno debate sobre la privacidad. “Habían dicho que no mostrarían a sus hijos”, recordaron algunos, aunque la pareja ha sido clara en mantener un límite: compartir momentos familiares sin mostrar los rostros de Archie y Lilibet. En esta postal, una vez más, se respeta esa decisión. No hay primeros planos, no hay exposición directa, solo siluetas, gestos y afecto.
Un amigo cercano a la pareja explicó en su momento que Harry busca proteger a sus hijos “no por esconderlos, sino por su seguridad”, y que su mayor temor es repetir la historia de su madre, la princesa Diana. Esa línea se ha mantenido firme con los años, aunque no ha evitado las críticas.

Lo que esta postal vuelve a poner sobre la mesa es una pregunta más profunda: ¿por qué la maternidad de Meghan siempre es observada con lupa? Su forma de vestir, de criar, de mostrarse. Lo que en otras figuras públicas se celebra como naturalidad, en ella se convierte en motivo de sospecha.
Tal vez el cabello suelto de Lilibet no sea un descuido, sino un símbolo involuntario de algo más grande: una infancia lejos de protocolos, de rigidez y de expectativas heredadas. Una elección que incomoda porque rompe con la imagen que muchos aún esperan de lo “real”.

